sábado, 3 de febrero de 2007

LA EDAD DE LATA

Hay pocos tebeos con los que me ría yo más que con un comic book americano de los inicios de la Edad de Plata, alrededor del año 60. Me he leído el primer tomo del Clásicos DC Green Lantern y aún me duelen los ijares.

Y es que todo resulta ridículo: el origen, los poderes y el fallo de esos poderes, esa “impureza necesaria en su propia naturaleza que hace que el anillo sea inútil contra cualquier cosa amarilla” que el editor, Julie Schwartz, repetía machaconamente en cada historieta. De resulta de lo cual, en cada capítulo el pobre Hal Jordan se enfrenta a misiles amarillos, monstruos amarillos y rayos amarillos. Y lo mejor es que sus enemigos no saben nada del amarillo y su efecto sobre el anillo. Es pura casualidad. ¡Pintan los misiles de amarillo por pura estética! O ese diálogo de la portada del número 1: “Un enemigo desconocido ¡maneja los hilos de un monstruoso títere que dispara rayos letales contra mí!” Coñio, y lo mejor es que es verdad. O ese monstruo autorreflexivo que piensa: “Qué extraño... sé que soy una “amenaza aterradora”, pero no sé qué significa eso..., ni lo que debo hacer...” Y esos secundarios, aquel mecánico esquimal de apodo Caratarta. Sí, sí. Esquimal y Caratarta. O esa Carol Ferris, más caliente que una perra y digna heredera de la sagaz Lois Lane, enamorada de un tío con antifaz y mallas que se peina igual que Hal Jordan, habla igual que Hal Jordan, que nunca está a la vez que Hal Jordan, pero, oye, que no es Hal Jordan...

Y no se trata sólo de este tebeo, o de DC. Ahí quedaba ese Thor con su Jane Foster, esos Vengadores a los que acompañaban a todas partes la pandilla de radioaficionados de Rick Jones o ese Spiderman que aseguraba que nadie sospechaba que él era Peter Parker mientras se balanceaba con un criminal maniatado...

Sin embargo, esa ingenuidad, ese “todo vale”, fueron el humus en el que se forjaron los últimos cincuenta años de comic book americano. Nos pueden parecer ridículos, pero son el inicio de la evolución que, para bien y para mal, han dado lugar a todas las Crisis Infinitas y todas las Guerras Civiles con las que hoy nos bombardean. Hoy, desde luego, tienen más valor sentimental e histórico que artístico. En el caso de este Green Lantern sirve, sobre todo, para ver evolucionar artísticamente a Gil Kane, el creador del standard de los puñetazos superheroicos.

Arte. No era “arte” lo que se buscaba, sino la funcionalidad y la producción masiva. Hoy, parece, el público exige más, tiene un concepto de entretenimiento más sofisticado y los tebeos están mucho mejor escritos y dibujados, son más... “artísticos”. Mi pregunta es si dentro de cincuenta años nuestras Dinastía de M o 52 serán vistos como buenos, o simplemente correctos, tebeos o con el cachondeo que provocan estos primeros tomos de las Bibliotecas Marvel y los Clásicos DC.

¿Qué tres tebeos te llevarías a una isla desierta? ¿Hay cursos de Formación Profesional en la rama de electromecánica en el Círculo Polar Ártico? ¿Será verdad que el calentamiento global provocará subidas del nivel del mar de 16 centímetros?

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