Algunos tebeos que me han llamado la atención y que se escapan de mis aficiones superheroicas.
Las serpientes ciegas. Mucha ambición y demasiados tópicos para el Premio Nacional del 2009. Pché.
Pluto. O la endiablada capacidad de Urasawa para añadir capas de misterio a medida que avanza la historia. Una bonita y rompedora versión de Astroboy, emocionante y con fuerza. Sólo compré una serie de manga este año, y bien buena que es.
Chew. O el mentalista canibal. Con ideas muy frescas y originales. La sorpresa del año aquí y allí.
Los muertos vivientes. Claro.
Zombillenium. Arthur de Pins es sencillamente un maestro, el tío que mejor maneja las tabletas gráficas Quacomm. El talento no tiene nada que ver con la técnica. Y encima es gracioso y narra bien.
Las serpientes ciegas. Mucha ambición y demasiados tópicos para el Premio Nacional del 2009. Pché.
Pluto. O la endiablada capacidad de Urasawa para añadir capas de misterio a medida que avanza la historia. Una bonita y rompedora versión de Astroboy, emocionante y con fuerza. Sólo compré una serie de manga este año, y bien buena que es.
Chew. O el mentalista canibal. Con ideas muy frescas y originales. La sorpresa del año aquí y allí.
Los muertos vivientes. Claro.
Zombillenium. Arthur de Pins es sencillamente un maestro, el tío que mejor maneja las tabletas gráficas Quacomm. El talento no tiene nada que ver con la técnica. Y encima es gracioso y narra bien.
El arte de volar. El guionista, Antonio Altarriba, hace terapia en forma de tebeo. Hacen falta muchos redaños para hablar así de su padre y de su madre. Y a través de la vida de su padre te cuenta la vida de España. En definitiva es una historia de la Guerra Civil y de la Posguerra, que, como tebeo sobresale y como novela o película sería una más. El arte de volar se beneficia de su condición de historieta, un medio que, Carlos Giménez aparte, tampoco ha tocado tanto el tema. Se beneficia por la novedad dentro del medio y se beneficia porque usa los recursos del medio con mucho sentido, algo a lo que creo que no es ajeno el dibujante, Kim. Encasillado como el dibujante de Martínez el Facha, sorprende por su registro dramático, aunque yo le recuerdo una historieta de 1982 en la revista Rambla que protagonizaba un anciano que vivía solo en un ático del que no salía por ningún motivo, y hay mucho de ese espíritu en El arte de volar, justo merecedor del Premio Nacional de este año.
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