La entrada del nuevo Equipo Directivo de DC ha ocasionado cambios en la estructura editorial, pero ningún efecto en los aspectos creativos. Ha habido despidos y mudanzas de directivos, de Costa Este a Costa Oeste, incluso el clásico Mike Carlin (¡editó el Superman de Byrne!) ha sido recolocado en el departamento de animación de Warner. Por lo demás los tebeos DC siguen, en general, tan aburridos como en los últimos años. Y sin atisbos de cambios en lo creativo, por mucho que Bob Harras haya sido nombrado Editor en Jefe de DC, cargo que ya tuvo en Marvel.
Curiosamente Harras pilló también una mala época en Marvel, cuando la bancarrota económica que ocasionó Ron Perelman y la bancarrota creativa, que tuvo su punto álgido con La Saga del Clon y Heroes Reborn. Eran los noventa, amigos. Desposeido de Vengadores y 4 Fantásticos Harras editó sin embargo tebeos tan añorados como Ka-Zar, Thunderbolts o Masacre, cuando aún no era cargante. DC está llena de personajes que necesitan un tratamiento similar, pero por ahora, se ha visto poco o nada.
El año en DC ha estado dominado por La noche más coñazo... que diga, oscura. Como bien dice Pedro Angosto, es otra de esas historias de Geoff Johns de personajes lanzándose rayitos de colores. Como tantas sagas de DC la historia no es un fin sino un medio para resolver alguna barrabasada previa, en este caso la ridícula profusión de muertes en este Universo. Los objetivos eran: explicar porqué tantos personajes habían muerto y resucitado (la explicación cósmica, no la comercial, esa ya se conoce); resucitar de una tacada a unos cuantos personajes que habían muerto recientemente; y renovar el copyright de otro montón de personajes, que si bien seguían muertos, nunca se saben cuándo van a ser de utilidad.
Los crossovers de esta saga son tan ridículos como reiterativos. El esquema era siempre el mismo: los personajes se enfrentaban a sus putos muertos, tanto física como emocionalmente. Porque estos zombis no se querían comer la carne de los vivos, sino comerles la moral, diciéndoles lo malos que habían sido y todo eso. Un tostón, ya te digo.
Más expectación y calidad han tenido las series de Batman, con ese retorno de Bruce Wayne, esas fichitas de dominó y esos guiones liantes de de Grant Morrison. Aún así, su Batman-Dick y su Robin-Damien son todo un hallazgo.
Del resto de series, las de Superman, horribles, antes y durante el fiasco de Straczynski, que fue visto y no visto tanto aquí como en Wonder Woman. Y el resto de nuevos lanzamientos, infumables. Mucho trabajo va a tener Harras si quiere enmendar esto, que sólo se arregla contratando talento. No hay otra.
El Universo DC parece estar quedando como inspiración de películas de imagen real y de dibujos animados, un campo en el que están destacando para bien.
No me olvido de la Linea Vertigo. Sigue teniendo series bastante buenas, como Fábulas, Northlanders, Madame Xanadu, Scalped, The Unwritten, DMZ,..., pero los que parece que se han olvidado de ella son los propios capitostes de DC, que miedo me da el día que se acuerden de que existe la Linea Vertigo y saquen la calculadora.
Como hicieron con Wildstorm.
Curiosamente Harras pilló también una mala época en Marvel, cuando la bancarrota económica que ocasionó Ron Perelman y la bancarrota creativa, que tuvo su punto álgido con La Saga del Clon y Heroes Reborn. Eran los noventa, amigos. Desposeido de Vengadores y 4 Fantásticos Harras editó sin embargo tebeos tan añorados como Ka-Zar, Thunderbolts o Masacre, cuando aún no era cargante. DC está llena de personajes que necesitan un tratamiento similar, pero por ahora, se ha visto poco o nada.
El año en DC ha estado dominado por La noche más coñazo... que diga, oscura. Como bien dice Pedro Angosto, es otra de esas historias de Geoff Johns de personajes lanzándose rayitos de colores. Como tantas sagas de DC la historia no es un fin sino un medio para resolver alguna barrabasada previa, en este caso la ridícula profusión de muertes en este Universo. Los objetivos eran: explicar porqué tantos personajes habían muerto y resucitado (la explicación cósmica, no la comercial, esa ya se conoce); resucitar de una tacada a unos cuantos personajes que habían muerto recientemente; y renovar el copyright de otro montón de personajes, que si bien seguían muertos, nunca se saben cuándo van a ser de utilidad.
Los crossovers de esta saga son tan ridículos como reiterativos. El esquema era siempre el mismo: los personajes se enfrentaban a sus putos muertos, tanto física como emocionalmente. Porque estos zombis no se querían comer la carne de los vivos, sino comerles la moral, diciéndoles lo malos que habían sido y todo eso. Un tostón, ya te digo.
Más expectación y calidad han tenido las series de Batman, con ese retorno de Bruce Wayne, esas fichitas de dominó y esos guiones liantes de de Grant Morrison. Aún así, su Batman-Dick y su Robin-Damien son todo un hallazgo.
Del resto de series, las de Superman, horribles, antes y durante el fiasco de Straczynski, que fue visto y no visto tanto aquí como en Wonder Woman. Y el resto de nuevos lanzamientos, infumables. Mucho trabajo va a tener Harras si quiere enmendar esto, que sólo se arregla contratando talento. No hay otra.
El Universo DC parece estar quedando como inspiración de películas de imagen real y de dibujos animados, un campo en el que están destacando para bien.
No me olvido de la Linea Vertigo. Sigue teniendo series bastante buenas, como Fábulas, Northlanders, Madame Xanadu, Scalped, The Unwritten, DMZ,..., pero los que parece que se han olvidado de ella son los propios capitostes de DC, que miedo me da el día que se acuerden de que existe la Linea Vertigo y saquen la calculadora.
Como hicieron con Wildstorm.
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