Y no es una historia imaginaria, ni un sueño, sino algo que leí este verano y que quería compartir con vosotros.
Freakonomics es un libro de Steven D. Levitt, economista en la Universidad de Chicago, que es de donde son todos los economistas a los que les dan el Premio Nobel, y Stephen J. Dubner, periodista del New York Times. Contra lo que parece indicar el título, no va sobre economía friki (entonces se titularía Geekonomics) sino sobre la economía que hay donde no parece que hay economía. Por ejemplo, te explican que los cárteles de la droga tienen la misma estructura empresarial que McDonald´s o demuestra matemáticamente que los combates de sumo están amañados, algo que luego resultó ser cierto. También analizan la evolución en los precios del sexo oral o que, estadísticamente, es más peligroso volver a casa andando y borracho que en coche y borracho.
Uno de los capítulos trata sobre el poder de la información, y a eso vamos. Stetson Kennedy era un joven idealista miembro de una familia sureña en los años cuarenta. La chacha negra que le crió, y a la que quería más que a su madre, fue atacada y violada por miembros del Ku Klux Klan por el simple hecho de discutir con el conductor blanco de un tranvía sobre el cambio del billete.
Como si de un origen secreto se tratara, Stetson juró venganza puño en ristre, pero en vez de hacerse superhéroe decidió infiltrarse en el Klan para reunir información con la que denunciarles. En los años 40 el Klan tenía miles de miembros y estaba firmemente consolidado en un país en el que las prácticas racistas de segregación eran legales, y lo siguieron siendo hasta los años 60. Era una organización muy peligrosa ideológicamente, pero sólo ocasionalmente violenta, simplemente porque no necesitaban: en los años 40 “sólo” fueron linchados 31 negros. La población negra no se atrevía a moverse.
El Klan era, sobre todo, una fraternidad de garrulos racistas que se reunían en secreto en ceremonias que Stetson encontraba ridículas, llenas de símbolos y frases en clave. Por supuesto también era un negocio para los jefes de la organización, que se lucraban de las cuotas de los miembros. La información que Stetson iba reuniendo la enviaba a la Justicia o a los periódicos, pero sus esfuerzos eran en vano debido a que el Klan y su ideología impregnaba todos los estamentos del poder. Además, aunque hubiese podido hacer algo contra el grupo de Atlanta en el que se había infiltrado, había miles de grupos en Estados Unidos.
Cierto día, viendo a un grupo de niños jugar a espías, se le ocurrió que difundir y trivializar las costumbres y rituales del Klan podría hacerles más daño que cualquier acción judicial. Escribió a los guionistas del serial radiofónico Las aventuras de Superman, y les sugirió enfrentar al héroe con el Ku Klux Klan, una idea que les encantó.
Stetson les dio a los guionistas toda la información que tenía: estructura, rituales, juramentos, contraseñas,… En pocos días los niños de América jugaba a “Superman contra el Klan”. Los miembros del grupo veían aterrorizados cómo las informaciones que les hacían “especiales”, y que les permitían, por ejemplo, encontrar ayuda de sus correligionarios en otras ciudades, eran públicas. Cuando cambiaron la contraseña el cambio se reflejó en el serial. A la siguiente reunión semanal apenas asistieron miembros, temerosos del traidor que seguro que se hallaba en su seno, y el número de nuevas solicitudes bajó a casi cero. Trivializado y ridiculizado, el Klan, si bien no dejó de existir, perdió miles de miembros y nunca levantó cabeza.
Probablemente un Stetson de hoy en día usaría Wikileaks o algo parecido, pero en aquella época usó un medio, la radio, y unos contenidos, las aventuras del mayor superhéroe de todos, para conseguir sus fines. Stetson Kennedy y Superman se cargaron al Ku Klux Klan.
Aunque, por supuesto, los superhéroes son fascistas. (Sigh)
Freakonomics es un libro de Steven D. Levitt, economista en la Universidad de Chicago, que es de donde son todos los economistas a los que les dan el Premio Nobel, y Stephen J. Dubner, periodista del New York Times. Contra lo que parece indicar el título, no va sobre economía friki (entonces se titularía Geekonomics) sino sobre la economía que hay donde no parece que hay economía. Por ejemplo, te explican que los cárteles de la droga tienen la misma estructura empresarial que McDonald´s o demuestra matemáticamente que los combates de sumo están amañados, algo que luego resultó ser cierto. También analizan la evolución en los precios del sexo oral o que, estadísticamente, es más peligroso volver a casa andando y borracho que en coche y borracho.
Uno de los capítulos trata sobre el poder de la información, y a eso vamos. Stetson Kennedy era un joven idealista miembro de una familia sureña en los años cuarenta. La chacha negra que le crió, y a la que quería más que a su madre, fue atacada y violada por miembros del Ku Klux Klan por el simple hecho de discutir con el conductor blanco de un tranvía sobre el cambio del billete.
Como si de un origen secreto se tratara, Stetson juró venganza puño en ristre, pero en vez de hacerse superhéroe decidió infiltrarse en el Klan para reunir información con la que denunciarles. En los años 40 el Klan tenía miles de miembros y estaba firmemente consolidado en un país en el que las prácticas racistas de segregación eran legales, y lo siguieron siendo hasta los años 60. Era una organización muy peligrosa ideológicamente, pero sólo ocasionalmente violenta, simplemente porque no necesitaban: en los años 40 “sólo” fueron linchados 31 negros. La población negra no se atrevía a moverse.
El Klan era, sobre todo, una fraternidad de garrulos racistas que se reunían en secreto en ceremonias que Stetson encontraba ridículas, llenas de símbolos y frases en clave. Por supuesto también era un negocio para los jefes de la organización, que se lucraban de las cuotas de los miembros. La información que Stetson iba reuniendo la enviaba a la Justicia o a los periódicos, pero sus esfuerzos eran en vano debido a que el Klan y su ideología impregnaba todos los estamentos del poder. Además, aunque hubiese podido hacer algo contra el grupo de Atlanta en el que se había infiltrado, había miles de grupos en Estados Unidos.
Cierto día, viendo a un grupo de niños jugar a espías, se le ocurrió que difundir y trivializar las costumbres y rituales del Klan podría hacerles más daño que cualquier acción judicial. Escribió a los guionistas del serial radiofónico Las aventuras de Superman, y les sugirió enfrentar al héroe con el Ku Klux Klan, una idea que les encantó.
Stetson les dio a los guionistas toda la información que tenía: estructura, rituales, juramentos, contraseñas,… En pocos días los niños de América jugaba a “Superman contra el Klan”. Los miembros del grupo veían aterrorizados cómo las informaciones que les hacían “especiales”, y que les permitían, por ejemplo, encontrar ayuda de sus correligionarios en otras ciudades, eran públicas. Cuando cambiaron la contraseña el cambio se reflejó en el serial. A la siguiente reunión semanal apenas asistieron miembros, temerosos del traidor que seguro que se hallaba en su seno, y el número de nuevas solicitudes bajó a casi cero. Trivializado y ridiculizado, el Klan, si bien no dejó de existir, perdió miles de miembros y nunca levantó cabeza.
Probablemente un Stetson de hoy en día usaría Wikileaks o algo parecido, pero en aquella época usó un medio, la radio, y unos contenidos, las aventuras del mayor superhéroe de todos, para conseguir sus fines. Stetson Kennedy y Superman se cargaron al Ku Klux Klan.
Aunque, por supuesto, los superhéroes son fascistas. (Sigh)
4 comentarios:
Buff, vaya historia, impresionante la verdad...
De esta historia tenía que existir un tebeo por lo menos.
Como siempre, la historia tiene sus matices según quien la cuente. Al parecer el señor Kennedy, que anda por los 90 años no está contento de la versión aparecida en el libro, que le da demasiada importancia a la anécdota de Superman y poca a sus esfuerzos contra el Klan en particular y el racismo en general. Kennedy llegó a ser el único blanco que escribía en revistas realizadas por periodistas negros, y se tuvo que autoexiliar en Francia cuando atacaron su casa con cócteles molotov.
Y lo del tebeo es verdad que es buena idea. Pienso que harían falta dos artista o uno muy versátil, que dibujara alternativamente las aventuras de Kennedy con estilo realista (algo en plan Sean Phillips) y extractos de los guiones radiofónicos en estilo cuarentoso.
Estaría chulo, sí señor.
¿Alguien en DC lee este blog?
Esta historia me ha conmovido....
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