Estamos a año y medio de acabar esta década innominada (Lo de “los

Morrison y Quitely no inventan nada. Todo estaba allí, concretamente en

Ale, y ahora os toca a vosotros decir “pues no es para tanto”.
Estamos a año y medio de acabar esta década innominada (Lo de “los
Morrison y Quitely no inventan nada. Todo estaba allí, concretamente en
Ale, y ahora os toca a vosotros decir “pues no es para tanto”.
Vicky Vale y Alfred siguen a los policías, y también Batman. Mucho batmóvil, pero llega el último. Eso sí, parte por la mitad el coche de la policía, que tenía policías dentro, coge al pobre Dick de las solapas y lo mete en el batmóvil. Así se rescata a un niño, sí señor. A la vista de todo el mundo, lo metes a la fuerza en el coche. Y quieres que sea tu pupilo. Claro, cuando te vean con un niño disfrazado nadie se va a acordar de que semanas antes habías secuestrado un niño. Si es que el que piensa, piensa…
A lo que pasa luego no hay quien le haga el atestado. Vemos que Alfred y Vicky han tenido un accidente de coche. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con quién? Hay un coche de la policía más allá. ¿Es el mismo que ha partido Batman? Si es así ¿también chocó Batman con la limusina de Wayne? Si es así, ¿tan cerca estaban Alfred y Vicky del coche de la policía? Si es así, ¿no veía Batman por dónde iba? Y ¿de dónde ha sacado el viejuno Alfred esos abdominales?
Batman y el recién secuestrado Dick Grayson se tiran ¡dos capítulos! huyendo en dirección a la batcueva. En ese trayecto Batman se comporta como un maníaco que lo mismo quiere ir de guai con Dick que se pone a presumir de batmóvil. Es precisamente la caracterización de Batman lo que más chirría en toda la historia, un maniático desquiciado que se ríe “para asustar a los criminales”. Joer, ¿el que se reía no era el Joker? No hay por donde pillarlo.
Este Batman se ha leído V de Vendetta porque intenta aplicarle el mismo tratamiento de choque que V le aplica a Evey. Lo que pasa es que Alfred le pasa hamburguesas de contrabando para que no coma ratas como Bruce Wayne hizo cuando se cayó de niño a la batcueva. Sí, sí. Comió ratas. Voluntariamente. Y no se convirtió en Ratman. Sigh.
La idea de que los métodos de Batman le enfrenten a la Liga de la Justicia es buena, pero es una Liga tan patética que, para eso, nada. Mientras, Batman corretea por los tejados riendo como un poseso y apalizando violadores.
Y le salen imitadoras: Batgirl, la hija del comisario Gordon ¡que aparece en el sexto capítulo! y la ya mencionada Canario Negro. Aquí se demuestra que Batman es el mejor detective del mundo. Oye un tiroteo y el tío sabe que es Canario Negro ¡oyendo los disparos! Por cierto que la detectivitis debe ser contagiosa: Dick reconoce de qué zona de Inglaterra es Alfred por el acento. Un niño que se ha criado en un circo y nos sale experto en fonética.
La historia avanza, o así. Grayson recibe su prueba de fuego. Tiene delante al asesino de sus padres y Batman le da la oportunidad de matarlo. No lo hace. Para qué ¡si puede torturarlo!
Y ahí que sale el Joker, supuesto inductor de la muerte de los padres de Dick. Este Joker tiene tatuajes y asesina mujeres. Pero no ríe. Ni sonríe. El que ríe aquí es Batman, recordemos.
"Esta ictericia empieza a ser preocupante"
Miller muestra aquí que lo tenía todo pensado. Batman pergeña con Dick Grayson una explicación a su desaparición: ha estado oculto en una clínica psiquiátrica. Así nadie sospechará cuando vean a Batman con un ayudante juvenil. Sobre todo Jordan, que ha sido presentado como un tonto total. Ah, espera. Sí sospecha. Sigh.
Y entonces llega el acabose. Robin roba (valga la cacofonía) el anillo de poder de Jordan. El arma más poderosa del universo. Que tiene infinitas defensas contra los ataques. Y se deja robar. Y Robin apaliza a Jordan y le rompe la traquea. Ole. Menos mal que Batman sabe hacer traqueotomías, no sin antes darle un par de chuflas a su díscolo aprendiz.
Y ahora viene toda la carga dramática. Batman se da cuenta que está metiendo la pata con todo lo que hace. Y como es un tebeo de Miller, se pone a llover. Para quitar la pintura amarilla, mayormente. Y se van a la tumba de los padres de Dick, para que se despida de ellos. Lo que hace es guantear las lápidas. Lo normal. Ah, la rabia desatada, la angustia adolescente, los metatacarpios rotos... Y llega Batman, y lo abraza y lloran juntos, pobre huérfanos en desgracia.
Finalmente, se han redimido…
Otro momento Jotacé
Sí, claro. ¡Y un carajo! ¿Te quieres ir por ahí? ¿Así y ya está? ¿Unos cafres descerebrados se transforman de repente en dos centrados luchadores contra el crimen? Despropósito tras despropósito, incoherencia tras incoherencia, probablemente esta sea la peor obra de Frank Miller. Y mira que Jim Lee dibuja de dulce. Bueno, a veces se le van las proporciones. O Batman mide tres metros o Robin mide 1.20, pero bueno, dibuja muy bien. Pero lo de Miller es de pena.
Se supone que esta historia pasa en el mismo Universo que las otras obras de Batman de Frank Miller. Hasta tiene su número, Tierra-31. Pero ni este el es Batman de Año Uno ni el de El Señor de la Noche ni este el Miller que siempre hemos amado, ni ninguno que nos guste. Y no, no sé qué le ha pasado. Pero es una pena.