lunes, 18 de junio de 2007

TODOS CRÍTICOS (y 2)

¿Quién critica a los críticos? Cualquiera. Así debe ser desde el momento en el que exponen públicamente sus pensamientos. Ahora bien, yo entiendo que un autor se pueda sentir molesto, pero siempre me sorprenderé de la respuesta del aficionado cuando se critica algo que le gusta. Lo que voy a decir debería estar impreso en el código genético: que alguien critique algo que te gusta no significa que te esté insultando, que te esté diciendo ignorante o tonto. Sólo significa que no le gusta lo que a ti.

Estas trifulcas son muy usuales en un internet que ha dado la mayor libertad de opinión de la Historia y la posibilidad de expresarla desde el anonimato, una condición que no es, la mayoría de las veces, contradictoria con la educación, pero que es usada para el insulto más cobarde. Por suerte, se trata de una repugnante minoría, dos imbéciles con diecisiete seudónimos. Estas peleas no son patrimonio exclusivo de ciberdesocupados. Incluso en el ámbito más elitista se dan estos conflictos, entre teóricos del cine, astrofísicos, expertos en cambio climático o críticos literarios. Y es que todos tenemos las ganas de bronca en los genes. ¿Cuánta gente se sentiría ofendida por la siguiente afirmación?

A mí no me gusta Tintin.

Yo he dicho esto en alguna librería especializada y me han saltado al cuello, y no con intenciones eróticas.

Desde pequeño siempre he encontrado muy irritante que al final de casi cada página se viese a Tintin sorprenderse de algo, una situación de supuesto peligro que, al volver la página, resultaba ser Haddock al que le duele un callo o Milú que se ha caído entre unas zarzas, y así una y otra vez de manera que sólo una de cada cinco de estas situaciones de suspense eran verdaderas. Cuando vas conociendo algo de Historia del Comic te enteras que esto es debido a que Tintin se publicaba serializado por páginas, de ahí la necesidad de crear ese suspense al final de cada página que tanto rechina en la edición en álbum.

El párrafo anterior podría desarrollarse teorizando sobre “ritmo narrativo”, “desarrollo argumental”, “suspense fallido” y otro conceptos, pero al final lo único que haría sería racionalizar mis gustos. Y se trata de eso, de gustos. Ahí fuera hay una pléyade de tintinólogos bien armados con argumentos muchos más potentes que los míos que tratarían de rebatirme. Pero no conseguirían que me gustara Tintin, aunque seguro que sí podría aprender cosas. Y esa es la vertiente de la crítica más importante y que menos se aprecia.


Durante muchos años leí las crónicas del difunto Joaquín Vidal en El País. Joaquín Vidal era crítico taurino y a mí ni me gustan los toros, ni nadie me ha visto en una plaza, ni delante de una tele viendo una corrida. Pero lo contaba con tal arte y era tan didáctico que no podía resistirme. Aprendí cosas aunque no fuera posible que me inculcara el gusto por el tema. Este aspecto didáctico, que no hay que confundir con intenciones proselitistas, es lo que habría que potenciar en la crítica y lo que tendría que buscar el que lee un artículo de opinión.

Pero este es un país guerracivilero y de logses. Mucho pido yo. Menos mal que el Madrid ha ganado la Liga. Comentario éste que puede provocar más respuestas furibundas que las críticas a un packager.

¿Tienes crítico de cabecera? ¿Cuál fue la última vez que le hiciste caso a un crítico? ¿Cuál fue la última vez que le hiciste caso a un crítico y te ciscaste en su difunta ascendencia por ambas lineas?

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