sábado, 22 de junio de 2013

MAN OF STEEL: EL DEMONIO ESTÁ EN LOS DETALLES

Infinitos spoilers. Avisado quedas.

Man of Steel debe ser una de las películas que más ha polarizado las opiniones de público y crítica en los últimos años. Apenas hay término medio entre los que la odian y la aman. A mí situadme más bien en el segundo caso. Con algún pero, pero sí, a mí me ha gustado. Y, como en el caso de Los Vengadores, me estoy encontrando con muchos críticos que ni se han enterado de lo que habían visto, críticos que enfrentan su idealización de la película clásica y sus fan fictions mentales con la realidad de esta nueva película.

Y es que si te pones a contar el argumento, se trata de una historia totalmente canónica de Superman, salvo la polémica y ya infame resolución de la pelea con el general Zod. No deja de ser una mezcla de las dos películas de Donner, quitando a Lex Luthor y polémicos e infames viajes en el tiempo. Películas que sí que incluían una polémica e infame resolución de la pelea con el general Zod que todo el mundo obvió alegremente en su momento. Pero eso lo dejamos para el final.

Aquí cambiamos el Krypton de cristalitos por un Krypton de máquinas orgánicas, pendrives con el sello de la casa familiar y libélulas gigantes que presenta a un Jor El que es matrono, científico supremo, guerrero, holograma, gps, portero y, sobre todo, consejero reiterativo. Russell Crowe lo hace muy bien, pero quizás sale más de la cuenta. Mención especial para el personaje de Lara, cuya solitaria muerte en la explosión de Krypton, con su marido ya muerto y su hijo ya exiliado, tiene un dramatismo y una fuerza grandiosos.

Quizás el gran problema de la película para muchos haya sido su estructura. Como buena película de Nolan-Goyer básicamente tiene dos actos: el primero, con el origen y desarrollo del personaje, y el segundo, el del plan de los villanos y la superpelea, estando el primero trufado de flashbacks que han descolocado a parte de la audiencia y crítica, que esperaban, incluso exigían, una estructura más lineal. A mí me parece muy ajustada y muy bien hecha.

Los flashbacks van contando momentos clave en el desarrollo del pequeño Clark: el descubrimiento de sus poderes, la primera vez que los utiliza, los consejos de su padre, y su posterior muerte. Como en el primer Superman de Donner, el gran tema de esta película es la lucha entre la herencia y la crianza, encarnados en Jor El y Jonathan Kent.

Probablemente sea el papel de este personaje, muy bien interpretado por Kevin Costner, el más arriesgado y contrario al canon. Jonathan Kent lo único que quiere, a toda costa, es proteger a su hijo, que la gente no le vea como un monstruo o una amenaza, aunque ello conlleve dejar que se hunda un autobús lleno de escolares. Así lo dice, y se queda tan pancho. En este sentido Pa Kent se muestra equivocado, egoista y muy humano. Sabe que su hijo está destinado a grandes cosas, pero no sabe cómo tiene que llevarlas a cabo. Lo cual nos lleva a esa estupenda escena de penitencia-sacrificio en la que, coherente, impide que su hijo se muestre ante el mundo, aún a costa de su propia vida.

Los guionistas no se olvidan de la figura materna terrestre, una Ma Kent interpretada por una Diane Lane estupenda y que pasa de MILF a GILF (G de grandmother) durante la película y que le planta cara al mismo General Zod en cierto momento de la película.

La muerte de su padre hace que el joven Kent se embarque en una búsqueda de sus orígenes   donde va ayudando a quien puede intentando a la vez ocultar su identidad tras una barba y un nombre falso, un viaje que también le lleva al helado norte, encuentra una nave de su planeta natal y a la siempre curiosa Lois Lane, a la que salva por primera vez. De muchas. Que para eso es Lois Lane. Y Amy Adams tiene el suficiente desparpajo y está lo suficientemente rica para que funcione muy bien.

Clark consigue dominar la nave con el pendrive kryptoniano y encuentra el holograma de su padre, que en esta ocasión no es una cabeza gigante, sino un cuerpo de tamaño natural. Aún así también aconseja a su hijo para que cumpla su destino y guíe a la humanidad, como un Marlon Brando cualquiera. Aunque no intervenga en la decisión final del personaje. Y, como en el clásico, y sin saber bien de qué manera, Superman aparece por primera vez con el uniforme, dando lugar a otra escena estupenda que no he visto señalada en casi ningún sitio, la de aprender a volar, que tiene una gracia y una emoción encomiables.

Pero toquetear en la nave avisa a los criminales de la Zona Fantasma, que tras la explosión de Krypton fueron liberados de su presidio, lo cual es más probable que un choque aleatorio con un ascensor convertido en bomba atómica y lanzado al espacio.  Los kryptonianos buscan a Kal El no por pueril venganza, sino para encontrar el códice con la información genética kryptoniana que saben que Jor El escondió con su hijo. En su hijo, como se ve luego.

Zod, que cumple muy bien en su papel como líder fanático, amenaza con destruir a la humanidad si Kal El no se entrega. Este momento es para mí el más irritante de la película, ya que el inherente carácter mesiánico del personaje se presenta de manera demasiado burda. No es ya que Superman decida sacrificarse para salvar a la humanidad ¡¡es que tiene 33 años!!

Otra de las pegas que yo le veo a esta parte (y que no he visto comentada en ningún otro sitio) es el papel de Lois. Por capricho Zod ordena que suba a la nave con Superman, y sin razón aparente Superman le entrega el pendrive kryptoniano. Los malos, que son los mismos que en cada capítulo encerraban al Equipo A en un almacén de Leroy Merlin, encierran a Lois en una habitación que tiene un puerto usb kryptoniano, con lo que aparece el Jor El holográfico que la guía para que huya, no sin antes darle la información necesaria para exiliar a los kryptonianos. En fin, que la idea de los guionistas era que Lois pudiera enterarse de esa información de alguna manera, pero no les salió nada bien.

Tras esto llega el momento de las explosiones, despiporre y hostias como panes, tan obligado en una película de superhéroes como el duelo final en un western. Lo que pasa es que hay escenas y escenas. Las que molan y se entienden, como en Los Vengadores y Man of Steel, y aquellas en las que no hay manera de meterles mano, como en Iron Man 3. Aquí las peleas son tan destructivas y espectaculares como se merece un choque de superpoderes tan impresionante.

Y la gran pega de los críticos tiquismiquis de que Superman no se preocupa por la gente, es que, ejem, en fin, es que estaba un poco ocupado el hombre. Peleando, sobreviviendo y tal. No sé si os disteis cuenta. Sé que echabais de menos a Superman golpeado por Zod abollando un camión de Marlboro y que lo de edificios colapsándose sobre sí mismos es tan horrible y tan 11-S... Y ahí está la clave. Ahí el mensaje: que si los malos quieren tirarte un edificio encima, probablemente lo consigan. Y que es muy difícil evitarlo, aunque aún así hay que seguir peleando. Que como definición de "esperanza" en estos tiempos tan oscuros no está ni mal.

El plan de los malos es bastante más coherente que los que la pareja Nolan-Goyer había propuesto en sus Batmans: ni trenes lanzándose contra bidones de agua ni camiones con bombas atómicas dando vueltas sin sentido por las calles de Gotham. Los kryptonianos quieren convertir la Tierra en un nuevo Krypton: "Qué tontos", dice el tiquismiquis, "así perderían los superpoderes que les da vivir en la Tierra". Es que no te has enterado. Es que son fanáticos de la pureza racial. Quieren resucitar Krypton, cueste lo que cueste.

Como rasgo común en casi todas las películas de superhéroes, estos se ven ayudados por personas normales, en este caso militares y científicos (y la omnipresente Lois), que lanzan un ataque simultáneo contra las dos máquinas terraformadoras (¿kryptoformadoras?), Superman contra la que está horadando el planeta en el Índico, y los militares para mandar a los kryptonianos a la Zona Fantasma. Que no veo yo, como otros, donde está la incoherencia en esto. Pero bueno, ya sabemos como funcionan: primero odiamos y luego buscamos razones.

Y llega la gran pelea final contra Zod. Hiperespectacular. Con polémico desenlace. Zod, rabioso porque su plan de crear un nuevo Krypton se ha ido al garete, amenaza con atomizar a unos viandantes anónimos en medio de la estación Grand Central. No a Lois Lane. A unos cualquiera. Superman le ruega que no lo haga, intenta luchar para que no lo haga, pero sin éxito. Duda, sufre... y le rompe el cuello.

Cuando fui al cine sabía que Superman mataba a Zod. Puto internet, puto twitter, putos spoilers. Iba con mucha aprensión. Pero cuando vi cómo se desarrollaba la escena no hice como Mark Waid. No me levanté indignado. Lo que dije para mí fue: "Pues sí". Porque los que repiten como un mantra "Superman no mata" tienen razón. Superman no mata. Ni yo. Ni ellos. Salvo que no te quede más remedio. Y si lo haces lo pasas mal. No lo haces con la indiferencia de un caballero Jedi o la socarronería de un Indiana Jones, que sí matan, y mucho, y nos encanta que lo hagan. Hasta Batman dejaba caer a Ras Al Ghul en Batman Begins sin mucho remordimiento. Hasta Christopher Reeve le rompía la mano a Terence Stamp y lo lanzaba a un abismo que se adivinaba infinito.

La grandeza de Superman no es que no mate porque con sus superpoderes y su superinteligencia lo puede evitar. Es que eso es lo fácil. No mata porque su sistema de valores así se lo impone. Y en esta escena intenta seguir ese sistema de valores hasta el final, y los rompe, y lo pasa mal por ello, y a esto ayuda la estupenda interpretación de Henry Cavill, que lo hace realmente bien de principio a fin. Llena bien el traje y le da un aire mezcla de tranquilidad y preocupación al personaje que le pega muy bien. Poco podemos decir de su Clark Kent con gafas, que sólo aparece al final en una escena que me esperaba desde que vimos que no salía de esa guisa en los trailers. "Me hago periodista para estar enterado de las cosas", dice a su madre. Para estar cerquita de Lois no, picarón. Aunque ten cuidado, que ya sabes lo que dicen de la olla y la p...

Escena que, por cierto, tiene el humor que los tiquismiquis echan de menos. Como lo tiene la escena final con el general y la capitana ovulante. Como lo tiene la escena en la que Superman le pide a Lois que se retire "un poco más" cuando sale volando. No hay demasiado humor, vale, pero ¿qué ley o regla dice que tiene que haberlo?

¿Perfecta? Ni de lejos. ¿Buena? Pues sí. ¿Respetuosa con el canon del personaje? Pues también. No a lo mejor con las ideas que muchos tienen en su cabeza, que para eso cada uno interpreta legítimamente a los personajes que ama, pero son Goyer, Nolan y Snyder los que han tenido los millones y el permiso para hacer su interpretación que a mí me ha gustado mucho.