viernes, 14 de enero de 2011

DE CÓMO SUPERMAN ACABÓ CON EL KU KLUX KLAN

Y no es una historia imaginaria, ni un sueño, sino algo que leí este verano y que quería compartir con vosotros.

Freakonomics es un libro de Steven D. Levitt, economista en la Universidad de Chicago, que es de donde son todos los economistas a los que les dan el Premio Nobel, y Stephen J. Dubner, periodista del New York Times. Contra lo que parece indicar el título, no va sobre economía friki (entonces se titularía Geekonomics) sino sobre la economía que hay donde no parece que hay economía. Por ejemplo, te explican que los cárteles de la droga tienen la misma estructura empresarial que McDonald´s o demuestra matemáticamente que los combates de sumo están amañados, algo que luego resultó ser cierto. También analizan la evolución en los precios del sexo oral o que, estadísticamente, es más peligroso volver a casa andando y borracho que en coche y borracho.

Uno de los capítulos trata sobre el poder de la información, y a eso vamos. Stetson Kennedy era un joven idealista miembro de una familia sureña en los años cuarenta. La chacha negra que le crió, y a la que quería más que a su madre, fue atacada y violada por miembros del Ku Klux Klan por el simple hecho de discutir con el conductor blanco de un tranvía sobre el cambio del billete.

Como si de un origen secreto se tratara, Stetson juró venganza puño en ristre, pero en vez de hacerse superhéroe decidió infiltrarse en el Klan para reunir información con la que denunciarles. En los años 40 el Klan tenía miles de miembros y estaba firmemente consolidado en un país en el que las prácticas racistas de segregación eran legales, y lo siguieron siendo hasta los años 60. Era una organización muy peligrosa ideológicamente, pero sólo ocasionalmente violenta, simplemente porque no necesitaban: en los años 40 “sólo” fueron linchados 31 negros. La población negra no se atrevía a moverse.

El Klan era, sobre todo, una fraternidad de garrulos racistas que se reunían en secreto en ceremonias que Stetson encontraba ridículas, llenas de símbolos y frases en clave. Por supuesto también era un negocio para los jefes de la organización, que se lucraban de las cuotas de los miembros. La información que Stetson iba reuniendo la enviaba a la Justicia o a los periódicos, pero sus esfuerzos eran en vano debido a que el Klan y su ideología impregnaba todos los estamentos del poder. Además, aunque hubiese podido hacer algo contra el grupo de Atlanta en el que se había infiltrado, había miles de grupos en Estados Unidos.

Cierto día, viendo a un grupo de niños jugar a espías, se le ocurrió que difundir y trivializar las costumbres y rituales del Klan podría hacerles más daño que cualquier acción judicial. Escribió a los guionistas del serial radiofónico Las aventuras de Superman, y les sugirió enfrentar al héroe con el Ku Klux Klan, una idea que les encantó.

Stetson les dio a los guionistas toda la información que tenía: estructura, rituales, juramentos, contraseñas,… En pocos días los niños de América jugaba a “Superman contra el Klan”. Los miembros del grupo veían aterrorizados cómo las informaciones que les hacían “especiales”, y que les permitían, por ejemplo, encontrar ayuda de sus correligionarios en otras ciudades, eran públicas. Cuando cambiaron la contraseña el cambio se reflejó en el serial. A la siguiente reunión semanal apenas asistieron miembros, temerosos del traidor que seguro que se hallaba en su seno, y el número de nuevas solicitudes bajó a casi cero. Trivializado y ridiculizado, el Klan, si bien no dejó de existir, perdió miles de miembros y nunca levantó cabeza.

Probablemente un Stetson de hoy en día usaría Wikileaks o algo parecido, pero en aquella época usó un medio, la radio, y unos contenidos, las aventuras del mayor superhéroe de todos, para conseguir sus fines. Stetson Kennedy y Superman se cargaron al Ku Klux Klan.

Aunque, por supuesto, los superhéroes son fascistas. (Sigh)

martes, 4 de enero de 2011

EL 2010 DE ¡YODIGONO!: OTROS TEBEOS (2)

Se me olvidaba:

Alicia en Sunderland. De Bryan Talbot no me gusta lo que me debería gustar (Luther Arkwright y sus mundos paralelos) y me encanta lo que me podría resultar más ajeno, como Historia de una rata mala o este Alicia en Sunderland, un exhaustivo y casi agotador documental en la que el autor explorar con lupa de cuarenta aumentos la relación de Lewis Carroll con la población de Sunderland y la propia historia de la población, que se expande a lo largo y ancho del mundo, con ramificaciones incluso en la fundacion del Athletic de Bilbao. Talbot hace suya la premisa de Alan Moore de que cualquier lugar es el centro del mundo a poco que te fijes. Yo pienso que el centro del mundo es el ombligo de Shakira, pero eso ya son teorías.

Talbot hace uso de casi todo el arsenal narrativo del comic, creando otra obra casi exclusiva para este medio. Arrebatadora y adictiva sólo le puedo poner la pega de ese final "todo ha sido un sueño" que, salvo que me lo explique alguien, es inúti, inadecuado y podría habérselo ahorrado. Por lo demás, espléndida. Y como detalle, que sea Mondadori quien la publicara es otra pista más de que las editoriales cada vez hacen menos ascos a esto de los tebeos, aunque sean, preferiblemente tochacos gafapastosos.